Casa Batlló es una apología de la felicidad, un lienzo de inspiración marina, un mundo onírico que evoca la naturaleza y la fantasía.
Su fachada es la puerta de entrada a ese universo simbólico, y contemplarla inspira sentimientos que tienen de fondo un continuo diálogo con la luz y el color. Su espectacularidad no deja indiferente a nadie y hace que los transeúntes se detengan a mirarla a cualquier hora del día.
Gaudí dotó a Casa Batlló de una fachada original y llena de imaginación, actuando como un pintor libre y feliz. Así creó una fachada exuberante y marina, añadiendo esculturas involuntarias, materiales reciclados y objetos descontextualizados que convirtió en arte.
Destaca el efecto de una superficie ondulada donde la piedra, el vidrio y la cerámica son los protagonistas. Cuando la fachada recibe la primera luz de la mañana, el brillo y los destellos la dotan de vida y de un movimiento armónico y equilibrado, como si fuera un elemento vivo del paisaje urbano. Luz y color se unen para invitarte a un viaje por el mar, la belleza y la alegría.
En las plantas Baja, Noble y Primera, la fachada incorpora esbeltas columnas de piedra de formas óseas decoradas con elementos florales típicamente modernistas.
Por otro lado, las barandillas de los balcones tienen forma de máscaras. Están hechas de hierro colado en una sola pieza y fijadas mediante dos puntos de anclaje, de manera que parte de ellas sobresalen.
Al nivel de la Planta Noble, Gaudí incorporó una gran tribuna (para ver y ser visto) que sobresale unos metros sobre Paseo de Gracia. También añadió un ventanal de grandes dimensiones y forma ovalada.
El coronamiento de la fachada, parecido al lomo de un dragón, unido a la cruz de cuatro brazos (que representaría la empuñadura de una espada), han dado lugar a interpretaciones populares en torno a la leyenda de Sant Jordi, patrón de Catalunya. Cuenta la leyenda, que Sant Jordi mató al dragón con su espada para salvar a la princesa y al pueblo de la furia del animal.
En esta interpretación el diseño del tejado simbolizaría la espada clavada en el dragón, y las columnas con forma de huesos recordarían sus víctimas. De hecho, a lo largo de la historia Casa Batlló se ha conocido como la casa de los huesos o la casa del dragón.
Otros han visto en ella un paisaje acuático que recuerda la serie de óleos de Monet «Los Nenúfares», debido al recubrimiento colorista de cerámica vidriada y fragmentos de cristales rotos. Otro genio, Salvador Dalí, incide en esta interpretación marina:
“Gaudí ha construido una casa según las formas del mar, representando las olas en un día de calma. Verdadera escultura de los reflejos de las nubes crepusculares en el agua, de las que emergen las formas de agua extendida, formas de agua que se extienden, formas de agua estancada, formas de agua espejeante y formas de agua rizadas por el viento.”
Por su parte, Gaudí nunca explicó su obra y dirigió la obra de fachada desde el exterior, sin planos precisos, como era habitual en él. Así, nos dejó una Casa llena de símbolos, un imaginario fantástico, un lienzo que explica una historia prácticamente indescifrable para que cada uno la complete con su propia imaginación.